Suspendida en el aire, un ave,
danzaba su victoria ingrávida.
Veleidosa en sustancial
algarabía
desplegó su hechizo de colores
-
jactanciosa-
y su belleza natural, de
sutiles aleteos
surcó el alma de la tarde
temblorosa.
Subliminal composición
hedónica.
Legítima heredera celestial
de arboledas y flores.
Ruidosa ensoñación feliz
imprescindible de los bosques.
Un sobresalto, centelleo de
plumas,
eclipsó de pronto, la tarde
astillada,
y su delicada gracia fue
quebrada.
Rebelión de hojas, murmullos y
quejas
en cortejo unidas, por el ave
muerta.
Y por un momento,
la obra del cielo cierra sus telones
y al compás los sones del
bosque ofendido,
ante tal vejamen, clamando
castigo.
No existen razones, su muerte
es inútil,
su pérdida absurda -un necio
exterminio.
Y mientras, demudada de dolor
la miro,
quisiera tener el valor de
indagar:
¿Qué explicación darás -de esta
locura-
cruel cazador, ávido y dañino
a los pichones huérfanos
que aún claman en sus nidos?
¿Con qué argumento llenarás tus jaulas
de falsarios trinos y apócrifas alegrías?
Tu obcecación colma tus horas yertas
mientras vacía los nidos,
tu diversión fabrica un juego
que hace del bosque un sitio extinto.
¿Qué explicación entonces,
cruel cazador, podrás elaborar?
Si has hecho del cazar un juego
y del matar el arte que sostiene
y alimenta tu costosa vanidad.
Si no hay combate, ni auténtica
necesidad,
¿Qué diversión podrás hallar?
en la acción vil e injusta de quitar
el único derecho que el ave tiene
-sin alternativas, sin
oportunidad-
el derecho de vivir ... el de volar...
O, simplemente, el de poder guiar
el vuelo de sus pichones hacia el cielo.
De poetas y Escritores Primer Encuentro
Nacional de Menciones de Honor
Río
Ceballos 2007- Ed. De las Tres Lagunas
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